Restauración
- Allan S. Contreras Ríos
- Aug 27, 2019
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Updated: Aug 29, 2019
Allan S. Contreras Ríos
Hace unos meses compramos los apartamentos de abajo del nuestro. Cabe decir que las reparaciones serán extensas, mucho se tiene que tumbar, tirar, resanar, restaurar…

Algunos hemos sufrido o estamos sufriendo desamor, violencia, amargura, estrés, etc.; cosas que nos van acabando poco a poco y, sin darnos cuenta, muchos nos parecemos a esos apartamentos, en necesidad de ser restaurados. Pero, cabe decir que esa reparación es extensa para nosotros también. Que va a doler en muchos casos, porque significa que tendremos que dejar ir muchas cosas (tirar) para reemplazarlas por algo mejor (resanar). Pero, al final, valdrá la pena porque seremos restaurados.
En el Cristianismo tradicional, desgraciadamente, se hace mucho énfasis en dejar este mundo para ir al cielo. Y vemos la opción de ser restaurados como algo lejano. La realidad es que es en esta vida que estamos siendo resanados y restaurados, aun cuando el proceso parece ser extensivamente difícil.
En el ministerio de Jesús, especialmente en el cómo lo relata Lucas, muchas personas parecían esos apartamentos, y eran restaurados por Jesús. Muchas veces se hace el énfasis en que sanaba enfermos, cuando la realidad va mucho más allá que eso.
Cuando Jesús curó al leproso (Lucas 5:12-16), lo importante no era el sanarlo, sino el restaurarlo a la sociedad, una sociedad que lo había rechazado por estar enfermo. Este era un hombre que no había sido tocado probablemente por años. Y Jesús, antes de sanarlo, lo toca (v. 13). Le muestra el afecto de la restauración que solo Dios podría traerle.
Cuando Jesús curó al paralítico (Lucas 5:17-26), antes de sanarlo le perdona los pecados. Primero restaura a este hombre a Dios. Después lo sana para restaurarlo a la sociedad, una sociedad que lo había rechazado por estar enfermo. Y esto lo hace sin mención de haberle importado el quemacocos que dejaron en el techo (que parecía muro; Deuteronomio 22:8) de la casa – la casa que bien podría ser de Jesús mismo según una posible traducción del griego en Marcos 2:1.
En el caso de Leví (Mateo), un rechazado de la sociedad por causa del trabajo que tenía (Lucas 5:27-32), Jesús lo llama a seguirlo, a ser parte de una nueva sociedad, a ser parte de un grupo de personas que siguen a Jesús, a ser parte de la Iglesia.
Cuando cura el hombre de la mano seca (Lucas 6:6-11), Jesús rompe una regla de hombres para sanarlo. El día de reposo debía guardarse, tal como piensan los Fariseos y escribas, pero el día de reposo suponía dar un descanso al Pueblo de Dios, no lo opuesto (que es lo que hacen los interpretes de la ley al hacer casi imposible – con sus reglas añadidas; algunos grupos ni hacían del 2 por no romper con estas reglas). Y ¡qué mejor manera de descansar que al quitarle el problema que tenía en su mano!
Cuando Jesús sana al siervo del Centurión (Lucas 7:1-10), el Centurión se doblega ante la autoridad de Jesús. Su confianza en Él es tal que no requiere que Jesús vaya a sanarlo, confía en que Jesús puede sanarlo a distancia. Y así fue. Jesús restaura al siervo a la sociedad a la que pertenecía gracias a la fe del Centurión – un Gentil.
Cuando Jesús resucita al hijo de la viuda de Naín (Lucas 7:11-17), Jesús hace múltiples cosas. Primero, tiene compasión de la mujer. ¿Por qué? Es viuda, es decir, no tiene esposo, ¡obvio! Y ahora tampoco tiene hijo. Y su desgracia va en aumento pues, sin esposo, ni descendencia, se ha ido su única opción de supervivencia y se va su dignidad en el contexto social en el que vivía. Segundo, toca el féretro, lo cual, según las reglas tradicionales, Lo haría ceremonialmente impuro. Tercero, resucita al niño. Lo restaura a la vida, pero también restaura la dignidad y supervivencia de la madre. ¡Combo 2x1!
Cuando una mujer pecadora (por lo regular esto significa que era una mujer de la vida galante) se acerca a regar los pies de Jesus con sus lágrimas y los seca con su cabello (Lucas 7:36-50) Jesús la restaura al perdonarle sus pecados (v. 48).
Cuando un endemoniado se le acerca a Jesús (Lucas 8:26-39), Jesús permite que Legión entrara a una manada (hato o piara) de cerdos para que abandonara el cuerpo de este hombre desnudo que vivía entre sepulcros. La vida de un solo hombre vale para Jesús más que 2000 cerdos. Jesús lo restaura.
Y muchos más ejemplos siguen en el ministerio de Jesús en Lucas. ¿Qué tienen todos en común? (1) Son rechazados por la sociedad, ya sea por enfermedades, demonios, muerte, trabajo, etc. ¿Alguna vez te has sentido rechazado? ¿Alguna vez tu enfermedad te ha alejado de la gente? ¿Alguna vez los “demonios” de tu pasado te alejan de disfrutar tu presente? ¿Alguna vez la muerte de alguien te ha dejado desesperanzado? (2) Jesús.
Jesús los sana, los resucita, los libera, los restaura…. Solamente Él puede hacerlo. Al igual que Leví, que en la nueva sociedad se llamó Mateo, tú identidad puede ser hecha nueva. A través de la transgresión de Adán y de los que seguimos su ejemplo, la muerte reinó (Romanos 5:12). Pero a través de Jesús, y de seguirlo obedientemente, reina la vida (Romanos 5:17). Esta restauración comienza aquí y ahora, porque en esperanza somos salvados (Romanos 8:24). La Iglesia – el cuerpo de Cristo – es la sociedad a la que somos todos restaurados ahora, no a futuro en el cielo, ahora mismo. La esperanza comienza aquí, y definitivamente no culmina en el cielo, pues la dádiva de Dios es vida eterna… es algo que no culmina. La esperanza comienza aquí, pues la historia de Jesús, especialmente vista en esos ejemplos arriba, se trata del reino de Dios viniendo a la tierra.
Para poder ser restaurado, hay que quitar cosas en nuestra vida – como en esos apartamentos que parecen Chernóbil. Deja tu pasado atrás, deposita tus cargas en el yugo (enseñanza) de Jesús (Mateo 11:28), Él te ayuda a cargar, ¡la Iglesia te ayuda a cargar también! Intercambia ese desamor por el amor de Cristo y de Su Iglesia. Busca la paz de Jesús y aléjate de la violencia que te rodea. Pero hazlo ahora mismo. La meta no es el cielo, la meta es renovación (Romanos 6:1-11; cf. 12:1-2), la meta es restauración. La vida eterna es para aquellos que han aprendido a vivir en esa comunidad de restaurados. ¿Qué esperas para ser uno tú? ¿Qué esperas para dejar de ser un apartamento feo y ser el hermoso Templo de Dios (1 Corintios 6:19)?
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