Pablo vs Marcos; Bernabé Y La Pandemia
- Allan S. Contreras Ríos
- Oct 29, 2020
- 9 min read
Allan S. Contreras Ríos
Hemos pasado casi un año completo en cuarentena por la pandemia del Covid-19. Y una de las preguntas recurrentes es “¿deberíamos abrir las iglesias o no?” Muchos predicadores dicen “sí, si han abierto cines, bares, restaurantes, etc., nosotros también deberíamos abrir,” otros están en estado de pánico y no quieren abrir hasta que todo regrese a la normalidad, lo cual, puede que nunca suceda. Otros ejercen precaución sin necesidad de caer en pánico.
La realidad es que esta situación ha sido de ocasión para división entre Cristianos, tal como advertí que podía pasar en otro blog (https://allanscontreras.wixsite.com/blog/post/el-salmo-91-te-salva-del-coronavirus). Si tal iglesia no abre, pues que cobardes. Si tal iglesia abre, que tontos e imprudentes. Y en ambos casos creo que hay un error en la premisa de la pregunta, pues si la Iglesia es la gente – no el edificio, ya sea que estemos encerrados o no, la Iglesia siempre estará abierta. Bien dijo mi amigo Edy Santos en una predicación (que se encuentra en la revista Heraldos), “Deseamos abrir un edificio, pero no nuestro corazón para que Dios habité en nosotros y así poder transformar nuestras vidas.”
En este blog recalcaré lo que ya había dicho en el blog mencionado anteriormente. La respuesta a “¿deberíamos abrir?” es “como sea.” Esta es una decisión de cada congregación, y no debe ser nuestra decisión personal o grupal la que dirija a otras congregaciones, ni debe ser motivo de división o ataque o burla. Cada uno decide.
Ya sea que no quieran abrir por paranoia, por prudencia, o que ya quieran abrir sus lugares de reunión; a continuación, les daré algunas cuantas cosas que pensar.
El Cristiano Paranoico (El Miedo Puede Más)
Recordemos que puede que las cosas no regresen a la normalidad, así que no abrir hasta que todo se acomode puede que signifique nunca más abrir. Como bien dicen algunos, de algo nos iremos a morir. Ahora, con esto no digo, vayan y abran, al cabo se van a morir algún día. Lo que estoy diciendo es que caer en paranoia y nunca salir no es la solución. Muchos de nosotros hemos tenido el mayor cuidado posible por miedo a enfermar, pero aún así salimos a hacer compras. ¡No podemos evitar salir!
En mi caso, por ejemplo, usualmente compro las cosas en línea (esto previo a la pandemia), pero hay muchas otras, como la despensa, que requieren ser compradas en el mercado, un lugar lleno de gente todo el tiempo, donde todos tocan todo, donde algunos tosen o estornudan. Y los comprendo, cuando esto pasa, automáticamente volteo con cara de “ya valió.” Pero gracias a Dios, y a un buen sistema inmunológico, hasta donde sé, no he sido diagnosticado con Covid. Pero no todos tenemos buena salud de por sí (algunos tienen diabetes, o problemas pulmonares, o algún otro problema), así que entiendo el miedo. Pero el miedo no debe ser nuestro impulso. Al tratar de resguardarnos a ese extremo, en realidad estamos dejando de vivir.
Nuevamente, con esto no digo, salgan y a ver qué pasa. Cuídense, y mucho. Pero no dejen que el miedo y la paranoia los domine. Cuando salgan o se reúnan con gente, usen lo que necesiten usar – como cubrebocas, caretas y gel antiviral – para protegerse, aún si otros los ven raro. Sean precavidos, no paranoicos.
Si no quieren abrir aún, está bien, sigan utilizando los recursos que tienen a su alrededor (como el internet) para seguir en comunión con sus hermanos, para seguir aprendiendo de Dios. No los condeno, ni critico, así como nadie debería hacerlo, pues cuando la Iglesia fue perseguida en los primeros siglos, se reunía a escondidas en los hogares. No es la primera vez que la Iglesia ha estado en cuarentena.
El Cristiano Farisaico (El Celo Puede Más)
Es cierto que una cuarentena normal encierra a quienes están enfermos y no al resto de la población. En eso estoy totalmente de acuerdo con ustedes. Las autoridades han sido – disculpen las palabras, si les molestan – ineptos (no aptos), idiotas (ignorantes), e imbéciles (poco inteligentes) para lidiar con esta pandemia. No tienen idea de lo que hacen porque están lidiando con una situación nueva. Lo cierto es que, en cada pandemia, la humanidad nunca ha sabido qué hacer exactamente. Y lo otro cierto también es que, las autoridades aprovechan la pandemia para sus fines políticos. La gente es lo que menos les importa mientras ellos sigan recibiendo el dinero que quieren. Y lo mismo aplica para los cines, bares, restaurantes, playas, etc., que han abierto (incluso en contra de las autoridades); lo que a ellos les interesa es el dinero, no la gente. Y, por lo tanto, no debemos ser iguales que ellos. En esto debemos ser diferentes al mundo.
“Si ellos abren, ¿por qué nosotros no?” es un mal argumento para abrir los lugares de reunión porque a nosotros nos debe interesar el bienestar de la gente, no el dinero, a diferencia de las autoridades y negocios. El punto es que, si todos pensamos de esta manera, los contagios nunca bajarán. El pensar de esta manera es precisamente lo que mantiene los contagios y muertes en números altos porque nos importa más nuestra libertad de hacer lo que queramos, que lo que nos está importando el prójimo. Tal vez tú gozas de buena salud y el Covid ni cosquillas te hace, pero puede que tu prójimo no goce de lo mismo que tú. ¿Cómo lo estás cuidando? ¿Lo que haces está ayudando a cuidar al prójimo o lo estás arriesgando a algo?
Y entiendo su celo por las cosas de Dios. Que no deberíamos estar temerosos de una enfermedad, sino temer primero a Dios. Pero parte de temer a Dios, amar a Dios por sobre todas las cosas, es amar al prójimo, es cuidar de él (1 Juan 4:20).
En Hechos 20:28 Pablo da una recomendación que bien podemos aplicar durante esta pandemia “Tengan cuidado de sí mismos y de toda la congregación.” El problema es que muchos no quieren cuidarse porque no temen a la enfermedad y quieren que otros no teman ni siquiera poquito tampoco. Algunos lo hacen pensando que Dios los protegerá sin importar qué, y ¡esto es un error garrafal! Esto no es confiar en Dios, esto es tentar a Dios. Y Dios advierte en contra de esta acción (Deuteronomio 6:16). “Dios, yo ya salí y confío en que harás tu parte en protegerme” es poner a Dios a tú merced, es ponerlo por debajo de ti. Y en esa posición, ¿quién es dios? Tú, no Él. Caíste en auto idolatría. Puede que Dios no te proteja de esta enfermedad, así como probablemente no te ha protegido de una gripe.
He visto congregaciones que no están usando cubrebocas, caretas o gel y no ha pasado nada. Pero también he sabido de congregaciones que sí se han contagiado y que miembros han muerto. Si estás arriesgando al prójimo, no lo estás cuidando, no lo estás amando y, por lo tanto, no estás amando a Dios tampoco.
Tristemente he sabido de casos en que ministros no dejaron de salir a hacer sus ministerios (ya sea por no creer en el virus o por pensar que Dios los protegería porque así fue su voluntad de ellos), y murieron por contagiarse de esa enfermedad. Y, aunque es loable morir como un mártir, predicando el Evangelio, no solo murió el ministro, murieron todos los ministerios que dejó atrás. Por no pausar los ministerios temporalmente, ahora han sido pausados indefinidamente. Ni ayudó al ministro, ni a su familia que lo perdió, ni a sus ministerios.
Como mencioné arriba, la Iglesia ha estado en cuarentena anteriormente, durante la persecución Romana, y no es de avergonzarse esconderse del mal que hay afuera siempre y cuando sigamos haciendo las cuatro cosas que la Iglesia hacía dentro de sus hogares: las enseñanzas de los apóstoles, la comunión unos con otros (puede ser digital), el partimiento del pan y a la oración (ahora más que nunca). Y es cierto, a muchas de esas congregaciones los mataron cuando los encontraron reuniéndose, murieron como mártires, pero si otros no hubieran sobrevivido, nosotros no estaríamos aquí compartiendo el Evangelio. No hay vergüenza en cuidarse uno mismo en esta pandemia, y mucha menos vergüenza cuidar al prójimo, pero arriesgar la salud de otro por yo arriesgar la mía sí es vergonzoso. No es ser valiente, es no ser considerado para con otros. No los condeno por querer reunirse, así como nadie debería hacerlo, pero recuerden que amar a Dios es amar al prójimo y eso significa cuidarse y cuidarlos. ¿Vale la pena morir y matar a otros a través de un contagio simplemente por querer acelerar las cosas y reunirse? No, no la vale. “Tengan cuidado de sí mismos y de toda la congregación…, la cual Él compró con Su propia sangre.”
El Cristiano Prudente (El Amor Puede Más)
Esto me lleva al punto al que quería llegar. Debemos ser Cristianos prudentes. No debemos caer en la paranoia y nunca salir, pero tampoco debemos caer en el “vale gorreo” y pensar que Dios nos protegerá de nuestra imprudencia y del virus.
Un buen ejemplo Bíblico del punto que quiero hacer se encuentra en un desacuerdo que hubo entre Pablo y Marcos y Bernabé.

En Hechos 13 se nos narra el primer viaje misionero de Bernabé, Pablo y Juan Marcos. La iglesia que estaba en Antioquía, por instrucción del Espíritu Santo, envía a estos hombres a Chipre. Llegando allí, Bernabé y Pablo predicaban, y Marcos iba como ayudante (asistente) de ambos. Pero cuando llegaron a Perge de Panfilia, Marcos regresó a Jersualén. La Biblia no nos dice qué provocó la decisión de Marcos de apartarse de ellos. Pero, lo que sí nos dice es que esta separación provocó otra separación en Hechos 15. Pablo desaprobó tan intensamente la decisión de Marcos que, cuando iban a comenzar el segundo viaje, Pablo rehusó dejar que Marcos los acompañara. Este rechazo, desgraciadamente, llevó a la separación de Pablo y Bernabé (quien quería llevar a Marcos, su primo, Colosenses 4:10). Bernabé se embarcó con Marcos para proseguir la evangelización de Chipre, y Pablo escogió a Silas como acompañante (Hechos 15:3641). Esta es la última vez que se menciona a Bernabé en Hechos ☹.
¿Quién tenía la razón en esta situación? Ninguno y ambos. Tanto Pablo necesitaba a alguien en quien pudiera confiar durante sus viajes, y Marcos no había sido esa persona en el primero, ¿para qué llevarlo en el segundo? Por otro lado, Marcos era joven, y Pablo era un tanto “suicida” en su forma de hacer su ministerio (lo cual lo lleva a ser aprisionado y morir no mucho tiempo después), algo que evidentemente asustaría al joven Marcos, que, como dice la expresión, aún tenía mucha vida por delante.
Bernabé, en esta situación, vivió a la altura del significado de su nombre: “Hijo de Consolación” (Hechos 4:36). Bernabé podía entender que, sin duda, Marcos era joven, y sucumbió al pánico. Marcos probablemente ya había tenido tiempo suficiente para calmarse, analizar las cosas y necesitaba otra oportunidad para hacer las cosas de forma diferente. Bernabé probablemente habló con él y entendió que Marcos había madurado e incluso crecido espiritualmente y desea darle otra oportunidad para demostrar esto. Pero Pablo no quiso darle esta oportunidad.
Eventualmente, el tiempo le da la razón a Bernabé, pues podemos ver en 2 Timoteo 4:11 que ambos (Pablo y Marcos) superan la división y Pablo se refiere a Marcos con las palabras “Me es útil para el ministerio.”
Pero ¿qué tiene que ver esta historia con la pandemia? Usémosla como parábola. El Cristiano Paranoico es Marcos, el Cristiano Farisaico es Pablo, el Cristiano Prudente es Bernabé. Todos tenemos formas distintas de ver la pandemia, a algunos les causa pánico al punto de no querer arriesgarse ni tantito (Marcos), otros los considerarán cobardes por no arriesgarse como ellos (Pablo), pero debemos ser prudentes (Bernabé) y considerar ambos lados.
¿Quién tiene la razón? ¿Los Marcos o los Pablos de la Iglesia? Ninguno y ambos. Si los Pablos quieren abrir las puertas de los lugares de reunión, háganlo, pero no obliguen o critiquen a los Marcos de la Iglesia, no están listos aún. Ambos tienen buenas razones para abrir o cerrar. Ninguna los hace mejores Cristianos que el otro. Que su madurez y espiritualidad (de los Pablos) sea tan grande que amen a los Marcos de sus iglesias; el cuidado del prójimo es la religión pura (Santiago 1:26-27). De nada sirve abrir los edificios si no pensamos cuidar al prójimo de este virus. Estaríamos fallando como Cristianos. Pero de nada sirve estar completamente encerrados y no vivir la vida por el hecho de estar atemorizados. En otras palabras, de nada sirve abrir los edificios si los miembros se mueren por el virus, pero tampoco sirve cerrar los edificios permanentemente porque la iglesia se moriría también. Si tienen la opción de reunirse, aunque sea digitalmente, háganlo.
Los Marcos deben entender en algún punto que puede que este virus nunca termine, y no pueden estar encerrados el resto de su vida. Los Pablos deben entender que no todos tienen esa mentalidad “suicida” de hacer ministerio. Lo que la Iglesia necesita hoy, en esta pandemia, son Bernabés. Gente que vea ambos lados de la moneda y, sea cual sea la decisión de los Marcos y Pablos de la Iglesia, busque la forma de seguir haciendo su ministerio, y ayudando en el ministerio de otros, amando al prójimo sin arriesgarlo hasta que él esté listo para arriesgarse solo. Se necesitan Bernabés que sean prudentes durante esta situación, y que entiendan y amen a los demás, que se arriesguen cuando es necesario, pero que se cuiden también.
Cada uno de ustedes decide si reunirse o no durante esta pandemia. Nadie debe condenarlos por ello. Cada uno tendrá sus razones…. En lo que se pueda, evitemos ser Marcos y Pablo en este debate, e imitemos la prudencia de Bernabé. “Todo hombre prudente obra con conocimiento” (Proverbios 13:16) así que infórmense lo más que puedan antes de considerar abrir las puertas. “El simple todo lo cree, Pero el prudente mira bien sus pasos” (Proverbios 14:15).
El que la gente abra las puertas de negocios por falta de dinero, sin considerar a la gente, no debe ser razón para nosotros de abrir también. Puede que la mejor opción sea mantenerlas cerradas. Depende de cada uno de ustedes, en la localidad que se encuentren. Ayudemos a mejorar la situación, no a empeorarla. Eso significa amar al prójimo. Tener las puertas cerradas temporalmente no es algo malo en ocasiones, y esta es una de ellas. Recuerden… “El hombre prudente ve el mal y se esconde, los simples siguen adelante y pagan las consecuencias” (Proverbios 27:12). Que Dios los bendiga y guarde durante esta pandemia, decidan sabiamente, pero amen al prójimo constantemente...
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