LA MENTIRA DE LA NECESIDAD DIVINA DEL SACRIFICIO EXPUESTA POR CRISTO
- Allan S. Contreras Ríos
- Aug 29, 2019
- 9 min read
If you speak English, the blog is in the following link (https://forgingploughshares.org/2019/08/29/the-lie-of-the-divine-necessity-of-sacrifice-exposed-by-christ/)
Paul V. Axton, escritor del libro “The Psychotheology of Sin and Salvation: An Analysis of the Meaning of the Death of Christ in Light of the Psychoanalytical Reading of Paul” (La Psicoteología del Pecado y la Salvación: Un Análisis del Significado de la Muerte de Cristo a la Luz de la Lectura Psicoanalítica de Pablo), – ya sé, un mega nombresote jajaja – escribió este artículo en su blog; el cual sirve como introducción a un libro que he comenzado a escribir (no sé cuánto tiempo tardaré en completarlo, así que no molesten jajaja). Lo traduje para todos ustedes hispanohablantes y espero que sea de bendición para ustedes tanto como lo ha sido para mí y lo seguirá siendo en el transcurso de la escritura de este libro.
LA MENTIRA DE LA NECESIDAD DIVINA DEL SACRIFICIO EXPUESTA POR CRISTO
Paul Axton

El sacrificio es un tema bíblico central, pero ¿es este enfoque una necesidad de Dios o de los humanos? ¿Requiere Dios sacrificio o es una necesidad humana? El cómo contestemos determinará nuestra comprensión del significado de la muerte de Cristo: ya sea como un sacrificio culminante requerido por Dios o como una intervención en el mal humano y el fin del sacrificio. Combinado con la tradición profética que denuncia la necesidad de sacrificio (conectándolo con la desobediencia, el mal y el asesinato, y el eco por Cristo), y la explicación de René Girard de cómo el sacrificio figura en la religión y cultura humana como una tapadera de la violencia, argumento debajo que el interpretar la muerte de Cristo como una necesidad divina combina el Evangelio con el mal que pretende anular.
El trabajo de René Girard (1923-2015) explica decisiva y exhaustivamente por qué el sacrificio está al centro de la cultura y religión humana violenta y cómo es que el Evangelio interviene y detiene esta necesidad humana. En la descripción de Girard, el sacrificio religioso es el eje central que dirige y organiza la violencia humana para que las culturas perduren y surjan en medio de la necesidad de derramar sangre. Habrá sangre, ya que los humanos son asesinos debido al hecho de que el deseo humano es mimético o imitado, lo que da a lugar a rivalidades asesinas (los rivales desean el mismo objeto y esta rivalidad y deseo incrementará en violencia caótica). En la explicación de Girard, la violencia dirigida a un chivo expiatorio contiene esta violencia, por lo que la cultura depende de un chivo expiatorio original asesinado. El mito religioso esconde el asesinato original cuando la víctima es deificada (como en Enûma Elish, Marduk crea los cielos y la tierra del cadáver de Tiamat, el mito representa la creación a partir de la muerte). La religión y cultura no curan esta violencia, sino que la organizan, la dirigen (hacia los enemigos o victimas), y la utiliza detrás del sacrificio religioso oculto detrás del mito. Ser religioso o culto, bajo esta definición, no es ser libre del instinto a matar; más bien, la necesidad se sublima y se redirige a una víctima o grupo de personas y este “mecanismo de chivo expiatorio” ciega a quienes lo despliegan.
Según Girard, Cristo cumple el papel del chivo expiatorio para exponer esta ceguera. La ceguera presume que el chivo expiatorio es la fuente de todos los problemas y su muerte resolverá el problema (todo, desde la enfermedad, la sequía, hasta el miedo a la destrucción del enemigo). Es el miedo a que Roma destruyera a Israel lo que señala la resolución de la crucifixión: “Un hombre debe morir para salvar a la nación” (Juan 11:50). Como con cada chivo expiatorio, Cristo es la fuente percibida del problema y su muerte proveerá la solución, ya que la culpa y el pago se cargan en esta víctima inocente. En las palabras del Salmista citado por Jesús, “Me odiaron sin causa” (Juan 15:25; Salmo 35:19). Satanizan y criminalizan a Jesús, quien se somete a la ceguera de ellos: “Estas palabras de la Escritura se deben cumplir en mi ‘Se dejó llevar como un criminal’” (Lucas 22:37; Marcos 15:28). En la explicación de Girard, la culpa de la víctima es la fuente principal de la víctima o del mecanismo de chivo expiatorio – de modo que “los perseguidores siempre creen en la excelencia de su causa, peor en realidad odian sin causa.”
Pilato, el juez oficial Romano, declara a Jesús inocente: “No encuentro delito en este hombre” (Lucas 23:4). Sin embargo, incluso con la advertencia de su esposa, es arrastrado junto con la multitud. Como lo describe Girard, la ira ciega se convierte en un contagio y Pilato, y todos los gobernantes, quedan atrapados en la epidemia, cumpliendo el papel de chivo expiatorio universal representado por David en la descripción de Pedro: “¿Por qué se sublevan las naciones, y los pueblos traman cosas vanas? Se levantan los reyes de la tierra, y los gobernantes traman unidos contra el Señor y contra Su Ungido” (Hechos 25-26). Incluso Pedro es arrastrado por la violencia contagiosa con su denuncia violenta de Jesús.
Desde la cruz Jesús dice, “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34). La exposición de esta ceguera es una parte clave de la revelación del Evangelio. Pedro confirma: “Ahora sé, hermanos, que ni ustedes, ni sus líderes tenían idea de lo que hacían” (Hechos 3:17). Dada la noción de Girard de que el mecanismo de chivo expiatorio depende de la creencia en la culpa de la víctima, el reconocimiento de la inocencia de Cristo por parte de los perpetradores significa que el mecanismo de chivo expiatorio y la ceguera de la que depende están expuestos. El arrepentimiento y la conversión de la primera congregación Cristiana se relaciona directamente con su participación en el sacrificio de Cristo. La desobediencia intencional que lo mató esta expuesta y no es una manera encubierta de lograr el perdón Divino (como lo describe Anselmo).
Mataron a Cristo, en parte, con la expectativa de que su sacrificio salvara a la Nación de la ira de Roma, pero también que salvaría su religión y Templo. El peor mal, matar a Cristo, imagina que este sacrificio puede propiciar y apartar la ira (la ira violenta del enemigo). Al mismo tiempo, como con el mito religioso, la violencia dentro de la sociedad, la violencia potencial del enemigo, la violencia inherente al corazón humano, se proyecta sobre Dios como una necesidad Divina. Los Judíos imaginan, en su ignorancia, que Dios exige el sacrificio de Cristo debido a sus afirmaciones “sacrílegas” de que destruiría el Templo (con su sistema de sacrificios). Su crimen final en la estimación de ellos, es contra el Templo y sus sacrificios, en nombre de los cuales sacrifican a Cristo.
Este entendimiento se alinea con los textos proféticos que representan el sacrificio unido a la desobediencia voluntaria a Dios y al rechazo de su palabra:
“Porque Yo no hablé a sus padres, ni les ordené nada en cuanto a los holocaustos y sacrificios, el día que los saqué de la tierra de Egipto. Sino que esto es lo que les ordené: ‘Escuchen Mi voz (Obedézcanme) y Yo seré su Dios y ustedes serán Mi pueblo, y andarán en todo camino por el que Yo los envíe para que les vaya bien.’”
-Jeremías 7:22-23
Dios, a través de la voz del profeta, niega cualquier orden de sacrificio e iguala al sacrificio, ya sea directa o indirectamente, con su andar en “sus propias deliberaciones y en la terquedad de su malvado corazón,” y con el hecho de que ellos “fueron hacia atrás y no hacia adelante” (v. 24). El sacrificio es paralelo a la ignorancia voluntaria: “Les he enviado a todos Mis siervos los profetas, madrugando cada día y enviándolos. Pero no Me escucharon no inclinaron su oído” (v. 25-26). En lugar de obedecer y escuchar, sacrifican; y este sacrificio no frena su maldad. Parece permitir la transición al sacrificio humano: “Y han edificado los lugares altos de Tofet, que está en el Valle de Ben Hinom, para quemar a sus hijos y a sus hijas en el fuego, lo cual Yo no mandé, ni me pasó por la mente” (v. 31).
El anti-sacrificio es temático en los Salmos y Profetas: “Sacrificio y ofrenda de cereal no has deseado; me has abierto los oídos; holocausto y ofrenda por el pecado no has pedido” (Salmo 40:6). Los “oídos abiertos” parecen contrastar con el sacrificio. Si bien la desobediencia no está directamente relacionada con el sacrificio, “orgullo” y “falsedad” contrastan con los que confían en Dios (v. 5), y aquellos que confían en Dios entienden que Dios desea obediencia, no sacrificio. La plena realización de esto señala al Mesías venidero: “Entonces dije: ‘Aquí estoy; en el rollo del libro está escrito de mí; Me deleito en hacer Tu voluntad, Dios mío’” (vs. 7-8).
Los versículos que denuncian el sacrificio son explícitos al conectarlo con una interpretación errónea de Dios:
“¿Qué es para Mí la abundancia de sus sacrificios?” Dice el Señor. “Cansado estoy de holocaustos de carneros, Y de sebo de ganado cebado; La sangre de novillos, corderos y machos cabríos no me complace. Cuando vienen a presentarse delante de Mí, ¿Quién demanda esto de ustedes? (Isaías 1:11).
Esta pregunta surge en medio de la acusación de que estas personas “desprecian” a Dios y son “corruptos,” “inicuos,” “malvados” (v. 4). Están moralmente enfermos de pies a cabeza (v. 5) y presumen extender “manos cubiertas de sangre” en oración (v. 15). Todo esto supone la noción de que ofrecen sacrificios para cubrir sus pecados. En cambio, aquí y en Jeremías (como en Santiago), la verdadera religión involucrará cuidar a las viudas y huérfanos, y dejar de hacer el mal (v. 16-17). Una religión que presume que el sacrificio cubre el mal, aparentemente no tiene valor.
Específicamente, el sacrificio está conectado con la desobediencia que a menudo culmina en asesinato: “Porque me deleito más en lealtad que en el sacrificio, y en el conocimiento de Dios que en los holocaustos” (Oseas 6:6). Lejos de que el sacrificio permita el amor y conocimiento, aquellos que sacrifican simultáneamente “Me han traicionado” (v. 7), dejando “huellas de sangre” (v. 8) y sus “sacerdotes asesinan en el camino a Siquem” (v.9). Siquem era como una Jerusalén alternativa, el “lugar sagrado” para las tribus del Norte en donde Abraham había recibido la primera promesa Divina. Ahora, en lugar de lealtad (guardar el pacto), reina la religión asesina.
Jesús ve este pasaje en Oseas (Mateo 9:13; 12:7) y mantiene que si ellos lo entendieran, por implicación, no lo habrían condenado: “Pero si ustedes hubieran sabido lo que esto significa: ‘Misericordia quiero y no sacrificio,’ no hubieran condenado a los inocentes” (Mateo 12:7). No es solamente su muerte, sino toda la muerte lo que Cristo vincula a su religión malentendida. Jesús afirma que la historia de su asesinato y su causa está entretejida con la ceguera espiritual de los Escribas y Fariseos:
Por tanto, miren, Yo les envío profetas, sabios y escribas. A algunos de ellos, ustedes los matarán y crucificarán, y a otros los azotarán en sus sinagogas y los perseguirán de ciudad en ciudad, para que recaiga sobre ustedes la culpa de toda la sangre justa derramada sobre la tierra, desde la sangre del justo Abel hasta la sangre de Zacarías, hijo de Berequías, a quien ustedes asesinaron entre el templo y el altar. “En verdad les digo que todo esto vendrá sobre esta generación.
- Mateo 23:34-36
El primer asesinato y el último en la Biblia Hebrea representan la historia del asesinato. Los Fariseos no cometieron estos asesinatos, pero encapsulan el ímpetu detrás del asesinato, como se revela en su reacción a Jesús. Renuncian a la responsabilidad y a la conexión con la historia de este asesinato – y por supuesto, no son directamente responsables. No es que hayan heredado la culpa, sino que al distanciarse, haciendo a sus ancestros chivos expiatorios, perpetúan el problema. “Porque edifican los sepulcros de los profetas, y fueron los padres de ustedes quienes los mataron. De modo que son testigos, y aprueban las acciones de sus padres; porque ellos los mataron y ustedes edifican sus sepulcros” (Lucas 11:47-48). No es simplemente que les gusten los profetas muertos y que matarían al profeta viviente Jesús, sino que al no reconocerse en sus antepasados perpetúan su crimen. Su ceguera a lo que están haciendo es evidente incluso cuando lo están haciendo. Inmediatamente demuestran una voluntad de matar a Jesus al negar cualquier semejanza con aquellos que mataron a los profetas (11:54). Al igual que con Cristianos que hacen de los Judíos chivos expiatorios por matar a Jesús y luego matan a Judíos, los chivos expiatorios perpetúan el asesinato fundador y su propagación.
Jesus proclama las “cosas ocultas desde la fundación del mundo” (Mateo 13:35). El asesinato de Abel en la fundación de la ciudad de Caín es el primero de una serie de asesinatos sobre los que se basan la religión, cultura, y ciudades de la humanidad. La Ciudad del Hombre, como con Caín y Abel, Rómulo y Remo, y cada mito fundacional comienza con un asesinato fundacional. El mito que deificaría y cubriría el asesinato de la víctima está ahora expuesto. En Cristo, lo que el sacrificio oculta, es ahora revelado. Ya no podemos afirmar que el sacrificio y el asesinato son perpetuados por Dios – pues Su asesinato y todo asesinato “será cargada a esta generación” (Lucas 11:51). Todo lo que afirmaría la necesidad de Su sacrificio perpetúa la mentira que lo mató.
(Allan S. Contreras Ríos abordará este tema en los próximos blogs. Espero que esto sirva para presentar su trabajo, que inspiró este blog. Gracias Allan).
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